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El superzasca de la crítica gastronómica al restaurante de Íñigo Onieva, Casa Salesas
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LOS JUEGOS DEL HAMBRE

El superzasca de la crítica gastronómica al restaurante de Íñigo Onieva, Casa Salesas

En el maremágnum del periodismo gastronómico hay mucho fraude y muy poco crítico con principios. Alberto de Luna pertenece al segundo grupo: no se da a conocer y paga sus facturas. Si él dice "mal, muy mal" échate a temblar

Foto: El restaurante del marido de Tamara Falcó, Casa Salesas, no pasa el examen de la crítica especializada. (Gtres)
El restaurante del marido de Tamara Falcó, Casa Salesas, no pasa el examen de la crítica especializada. (Gtres)

El perfil de Instagram de Alberto de Luna (123.000 seguidores) reza: “La verdad de los restaurantes conmigo”. Y así es. De Luna no se da a conocer como crítico gastronómico cuando visita un restaurante, pide lo más representativo de cada carta —los llamados platos estrella— y paga religiosamente sus facturas, casi siempre elevadas. Es decir: es libre como el viento para opinar lo que su buen juicio le dicta.

Atraído por el revuelo mediático en torno a Casa Salesas el restaurante a “pachas” de Íñigo Onieva, marido de Tamara Falcó; el empresario Manuel Campos Guallar, curtido en aventuras de éxito como Tatel; Iván Espinosa de los Monteros, expolítico de Vox, y José Luis López ’El Turronero’, empresario y filántropo—, el crítico procedió a reservar.

placeholder La factura de Alberto de Luna en Casa Salesas. (@alberto_deluna)
La factura de Alberto de Luna en Casa Salesas. (@alberto_deluna)

El miércoles 29 de mayo de 2024 Alberto de Luna encaminó sus pasos en buena compañía hacia el número 6 de la calle Fernando VI de Madrid. Reserva para dos para cenar en el turno de las 20:30 a 22:00 horas. El martes 4 de junio de 2024, tras seis días de reflexión, De Luna publica: “Muy muy mal el último restaurante de moda abierto en Madrid, famoso porque detrás del mismo están Íñigo Onieva e Iván Espinosa de los Monteros”.

Obviamente, aquí las opiniones no son gratuitas. Alberto —que, de motu proprio, califica los restaurantes que visita con Lunas (de 1 a 10, siendo 1 el infierno y 10 el paraíso), equiparándose así a la constelación de los Soles Repsol y las Estrellas Michelin— razona sus porqués plato a plato.

placeholder Casa Salesas. (Cortesía)
Casa Salesas. (Cortesía)

Pepito de ternera blanca y pimiento verde: “Infame. Un simple trozo de ternera dura, con un poco de pimiento, en un pan seco. Que desde cocina permitan que salga un plato así solo puede significar que no hay nadie detrás supervisando. Porque este pepito tan atroz no se puede justificar como un ‘fallo puntual de cocina’, sino como un serio problema de gestión del propio restaurante”, relata Alberto de Luna.

Risotto de Tatel con base de sémola y trufa rallada: “Papilla insulsa. Esto demuestra que no se puede pensar que un proyecto de restauración va a funcionar por sí solo gracias a la fama de sus dueños, su decoración y ubicación, prescindiendo entonces de poner un buen cocinero detrás que dirija el día a día. Tampoco entiendo cómo Tatel permite que usen su nombre en un plato tan malo como este”, explica.

placeholder Casa Salesas. (Cortesía)
Casa Salesas. (Cortesía)

Bikini trufado de queso fundido a la parrilla al estilo Beverly Hills: “¿Qué es eso de ‘estilo Beverly Hills’? Casi siempre lo que es ‘trufado’es artificial (incluso puede llegar a ser un derivado del petróleo). No vale nada”, añade.

Ojo de bife argentino a la parrilla + entraña de la Pampa marinada a la parrilla + presa ibérica: “Un desastre todo. El ojo directamente lo devolvimos a corrales por venir como una suela de zapato (lo habíamos pedido poco hecho). La entraña, al menos más jugosa, era carne de cuarta división. Y la presa, correcta de punto, resultaba completamente insípida. Se acompañan de patatas fritas nivel McDonalds”, puntualiza.

placeholder Casa Salesas. (Cortesía)
Casa Salesas. (Cortesía)

La rusa, ensaladilla con ventresca y su espuma: “Estando sin más, al menos se salvaba de la quema”, señala.

Sándwich Salesas de croissant con helado de vainilla y nutella: “Imposible de comer, ya que al dar el primer mordisco se cae todo el helado. No entiendo que nadie del restaurante haya visto antes que este postre no tiene sentido”, dice.

Y, por último, tarta de chocolate: “Sin más”, remata el crítico gastronómico

placeholder Casa Salesas. (Cortesía)
Casa Salesas. (Cortesía)

Tras pasar revista al tique, de 261,50 euros, Alberto de Luna puntualiza: “Tuvieron el buen detalle de no cobrarnos dos platos infames: el pepito y el risotto”. Y añade: “El nivel de aperturas en Madrid es infinito, pero no todo vale para triunfar. Para abrir un restaurante donde se coma bien se necesita mucho más que dinero, famoseo y ubicación. Ya lo vimos con Rhudo y ahora aquí, en Casa Salesas”. ¿Cuántas Lunas, entre 1 y 10, otorga el crítico gastronómico al restaurante de Íñigo Onieva? 2 Lunas = muy deficiente.

El perfil de Instagram de Alberto de Luna (123.000 seguidores) reza: “La verdad de los restaurantes conmigo”. Y así es. De Luna no se da a conocer como crítico gastronómico cuando visita un restaurante, pide lo más representativo de cada carta —los llamados platos estrella— y paga religiosamente sus facturas, casi siempre elevadas. Es decir: es libre como el viento para opinar lo que su buen juicio le dicta.

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