Cuando Marilyn encontró a Ella (y otras anécdotas de Amistad Verdadera épicas)

Dicen que la base de cualquier Amistad Verdadera es una buena anécdota, varias, de hecho, si pensamos en ellas como esas pequeñas cuentas hilvanadas que juntas forman una ristra de momentos inolvidables. Algunas de estas han pasado a la historia, como la de Marilyn Monroe y Ella Fitzgerald, dos mujeres que emplearon la sororidad mucho antes de que la palabra existiera; o la de Audrey Hepburn y Hubert Givenchy, quienes encontraron el apoyo y la comprensión mutua que ambos anhelaban.

Estas vivencias compartidas son la base con la que Brugal quiere celebrar la Amistad Verdadera, esa capaz de cambiarlo todo y convertirlo en leyenda, con su nuevo espectáculo teatral Brugal The Show.

Una invitada especial

En 1954 Marilyn Monroe, aconsejada por su coach vocal, acudió a ver la actuación de Ella Fitzgerald, una reconocida cantante de jazz actuaba en algunos de los clubs de moda, y que soñaba con hacerlo en el Mocambo, el más exclusivo place to be de Hollywood.

Una infancia marcada por el abandono y una vida dedicada a los escenarios, las hicieron conectar al instante. Un día la cantante le confesó a su nueva amiga su deseo de actuar en el club más glamuroso del momento. Marilyn no dudó en idear un plan para ayudarla. Le propuso al dueño del Mocambo que ella se sentaría en primera fila todas las noches que Fitzgerald actuase, convirtiéndose en el mejor reclamo publicitario.

El empresario no pudo negarse y la cantante consiguió un contrato con el que despegó su carrera. La actriz cumplió su palabra de ir a verla actuar rodeada, además, de la compañía de sus compañeros de profesión. Desde entonces, su Amistad Verdadera se convirtió en una roca sólida en la que ambas podrían confiar.

El día que Hubert confundió a Audrey con Katherine

En 1954 Audrey era una de las actrices más deseadas por los directores y necesitaba a alguien que comprendiera bien el savoire faire parisino para que diseñara el vestuario de su nueva película, Sabrina. Ella admiraba profundamente a Hubert Givenchy, un diseñador que empezaba a despuntar, aunque el modisto no tenía ni idea del éxito de esta nueva estrella, de hecho, cuentan que cuando anunciaron que Hepburn quería verle, pensó que se trataba de Katherine, por lo que accedió a recibirla.

A la petición de aquella joven, Givenchy respondió que no. Estaba inmerso en la presentación de su colección de invierno y no tenía tiempo para crear trajes exclusivos para la película. Sin embargo, Audrey insistió y llegaron a un acuerdo: usaría algunos de los diseños de la próxima temporada. Desde entonces, la actriz exigió por contrato que Givenchy fuera quien la vistiera en todas sus futuras películas, encargándose también de diseñar sus dos vestidos de novia y la mayoría de su guardarropa, consolidando una de las amistades más fructíferas del cine.